Erotismo en el boliche

Andaba un poco cansada de estar con mi novio. Llevábamos largo tiempo en que las relaciones sexuales no eran buenas, y aunque intentaba darle experiencia la verdad que él no mejoraba. Así que la mayoría de las veces me autosatisfacía yo sola en casa y cada vez tenía menos ganas de acostarme con él. 

Soy una chica con un cuerpo muy bonito, pelo negro natural y largo hasta casi la cintura, delgada ya que hago mucho deporte, por constitución y genética tengo unos pechos no muy grandes pero que se me los observan mucho, y un trasero respingón que suele llamar la atención de los hombres.
Uno de esos días de depresión y “soledad”, al salir de la entidad bancaria en que estaba realizando una transacción, me encontré con un viejo amigo, con el siempre había existido una leve tensión sexual, siento que la alegría de vernos fue mutua y lo fue mucho más cuando me invito a que habláramos, y pasáramos un rato juntos, adelantado el cuaderno sobre tantas cosas de él y mías.
Cerca al banco, estaba una bolera la cual además tenía el servicio de cafetería y por la hora no estaba muy concurrida, me pareció una buena idea y le propuse entrar allí. Al ingresar el me dijo, juguemos unas líneas de bolos, así nos entretenemos mientras charlamos, lo cual acepte gustosa.
La verdad no estaba vestida como para “matar”, pero tampoco podía decir que le era indiferente mi indumentaria. Llevaba unas botas de tacón no muy alto (6-1/2), que tampoco eran muy altas pero pegadas a mi piernas, las que hacían juego con mis leggings y permitían que se me vieran las piernas largas, torneadas y bien formadas, además de hacer resaltar algo mas mi cola. Una blusa que insinuaba un escote, y era lago traslucida dejando notar mi brassier, pero que tampoco dejaba ver nada. Mi brassier era beige suave, de copa que levantaba mis senos y el cual me hacía sentir sensual y mirada, los pantys eran a juego con el, y no eran en realidad gran cosa, solo me puse unos que con el leggings no se notaran y me hicieran sentir cómoda.
Él no era un adonis, alto, espalda ancha, aunque con algo de barriguita, brazos fuertes, vestido con traje formal, parecía nervioso.
Pedimos las líneas de bolos y dos cervezas para ambientar, mientras nos preguntábamos cada uno por aquellos temas que teníamos en común sintiendo como el ambiente se tornaba más tenso y sin saber cada uno a donde quería llegar, pero si dejándonos llevar.
Terminamos la primera línea, y perdí, pero por poco ya que él tampoco jugo nada bien, entonces el me dijo debemos motivarnos, apostemos algo para la segunda línea.
No sé porque, pero le dije: “Apostar no, no me gusta”. En cambio le plantee unas reglas de juego diferentes. “Quien haga media moñona puede pedir al otro lo que quiera y quien haga la moñona completa será premiado por el otro con algo que lo sorprenda”.
En la bolera estábamos nosotros en una de las pistas lejanas al control, una pareja ya mayor jugando como a 6 pistas de nosotros y el encargado de atenderla que estaba concentrado en su computador chateando. No sé, si fue por el calor del ambiente o el que ya nos embargaba, pero necesitamos pedir más cervezas.
Inicie mi primer lanzamiento y para sorpresa de los dos realice una moñona, siendo entonces acreedora a un premio. Él, no sé de donde saco un chocolate y me lo obsequio.
Lanzo entonces él y también realizo moñona, yo le obsequie entonces un abrazo muy cariñoso. Al separarnos nos miramos a los ojos y los dos sentíamos y sabíamos que estábamos entrando en terrenos difíciles pero ninguno iba a retroceder.
Mi lanzamiento no fue nada de contar, mientras él realizo media moñona, debiendo entonces pedirme lo que deseara, y haciendo realidad mis miedos y al mismo tiempo mi deseos, le oí decir: “Quiero conocer el sabor de tus labios”.
Yo traviesa y dándomelas de orgullosa, pase suavemente mi lengua por ellos de la manera más sensual posible, me acerque a él, recorrí con mi dedo índice tanto el labio superior como el inferior y lo deposite en sus labios diciéndole… “prueba”. Él intento reclamar, pero le respondí con un: “Ahora ya conoces el sabor de mis labios”.
Mientras jugábamos, charlábamos, reíamos y cada vez estábamos más cerca uno del otro, yo por los mismos nervios estaba jugando cada vez peor, mientras él estaba jugando impecablemente.
En la siguiente media moñona que realizo, y buscando resarcirse, fue más directo y dijo: “Quiero un beso tuyo”. Yo continuaba aún con mi travesura y le plantee un beso en la mejilla lo más cerca posible a los labios sin tocarlos siquiera, aunque el beso fue muy pero muy diciente. Nuevo intento de reclamo, pero le argumente que su deseo había sido satisfecho.
Me sentía feliz, estaba pasando un rato muy agradable y además estaba siendo traviesa, en dos lanzamientos derribe la totalidad de los pines, y fue mi turno de pedir. Entonces de mi boca salió la palabra: “Bésame”. Él me miro con sorpresa y agrado, paso su mano por mi cintura, me acerco y deposito en mis labios los suyos, con suavidad y ternura, separándolos un poco, para dejar que los rozara su lengua.
Seguíamos hablando, de todo, como sin darle importancia a lo que estaba pasando, mirándonos y sosteniendo nuestros ojos una conversación más osada que cada vez nos ponía más y más calientes.
En su nueva media moñona, me pido nuevamente que lo besara, y ahora si fue un beso en toda regla, nuestros labios se juntaron entreabriéndose y dando paso a nuestras lenguas que parecían jugar su propio partido, sentí sus manos en mi nuca, en mi espalda y la mías se abrazaban a su cintura. Ese beso me hizo sentir deseada, y a la vez transportada a límites que creía no podría pasar.
Ya no necesitábamos ni moñonas ni medias moñonas, como disculpas, simplemente nos besábamos, unas veces suavemente otras más apasionadas pero parecíamos un par de quinceañeros, descubriendo por primera vez los placeres de un beso apasionado y romántico.

En su siguiente media moñona, fue más lanzado y me pido que soltara un botón de la blusa, yo lo hice y me encantaba ver como sus ojos se perdían en el canalillo de mis senos que ahora con el escote más pronunciado se dejaba ver, de la misma manera que el brassier.
Cuando realizo una moñona, de premio le dije voltéate y aprovechando la intimidad desabroche mi brassier, me lo quite con esa facilidad que tenemos las mujeres para hacerlo por entre las mangas  sin retirar nuestra blusa, y se lo entregue. La verdad él ni miró el brassier, sus ojos estaban totalmente absortos en mi blusa que dejaba transparentar totalmente mis senos, y en especial la aureola de mis pezones que parecían estar desafiando al mundo entero, señalándolo de lo turgentes y firmes que se encontraban.
Con el abrazo correspondiente, y mientras nuestros labios se juntaban, le deje sentir mis manos en su espalda y mis senos en su pecho, su mano subió lentamente desde mi cintura y la poso sobre mi seno, un escalofrió me recorrió y sin quererlo un “hummm” salió de mi boca.
La conversación nada tenía que ver con las miradas que seguíamos dándonos, llenas de lujuria, las cuales tenían mis senos verdaderamente hinchados y mis pezones duros, junto a mi tanguita completamente empapadita y ardiendo, más aún cuando me fijé que su pantalón no ocultaba que le sucedía exactamente igual que a mí, mostrando un pene cada vez de mayor tamaño y grosor.
Por mí, me hubiera abalanzado hacia él inmediatamente, para morderle ese sin igual pedazo de carne eréctil por encima del pantalón, pero por ahora seguíamos “jugando bolos”, bueno en realidad jugaba él, yo apenas lanzaba pero eran bien pocos los pines que derribaba.
Mientras el lanzaba, mi mente discurría en que le iba a “obsequiar” si él llegaba a hacer la moñona, buscaba algo muy sexual, algo que le dijera “deseo ser tuya”, utilizando no palabras sino el regalo que debía hacerle y cuando mi mente se ilumino y mis labios se sonreían de pensar en la picardía, el levantaba los brazos en señal de triunfo por el derribamiento de todos los pines.
El me miro y se acerco diciéndome “Quiero mi regalo”, yo apenas le dije: “Pues tu regalo tendrá que esperar porque debo ir al baño” y así sin más me dirigí hacia allá.
En la soledad de ese sitio, entre al cubículo y baje suavemente mis leggings, para luego hacer lo mismo con mis empapados pantys, saque mi celular y con la sonrisa en mis labios, le tome una foto a mi sexo desnudo. Mire la foto, observándolo como mis vellos púbicos, apenas dibujaban una suave y delgada línea gracias a la acostumbrada y permanente depilación.
Como siempre me acontece, el mirarme me excita, sintiendo una necesidad inmensa de acariciarme... empecé a frotarme mi vagina de manera intensa, pero el saber que él esperaba mi regalo y que yo quería sentir algo más que mis ya acostumbrados dedos, me llevo a suspender, a volver a vestirme y a salir de allí, con el calor notándose en mis mejillas.
Él me esperaba en la pista, tomándose su cerveza y al llegar, sonriendo me dijo; “Estoy esperando mi regalo”, yo también sonriendo, le entregue el celular y le dije: “Observa bien, este es mi regalo”. Al recibir el celular, mis ojos no se separaban de su rostro, no perdí entonces detalle,  de su sorpresa, de su cara de asombro, de su emoción y deseo. Él miraba la foto, giraba el celular de un lado a otro sin despegar los ojos de la pantalla, buscaba como aumentarla más de tamaño y sonreía, luego me miraba a mí, miraba descaradamente mis caderas, mi entrepierna y volvía a mirar la imagen en el celular, entonces me dice: “El regalo es la foto o lo que está en la foto?”. Yo no le respondo, solo tomo mi bola, y moviendo mis caderas voy y realizo mi lanzamiento.

Mi mente no estaba para nada en el juego de bolos, mi mente estaba era “jugando”, así que ya imaginaran como me fue en el lanzamiento. En su turno el realizo otra moñona, ni siquiera, estábamos llevando el marcador. Mientras se acercaba a la mesa, su sonrisa era seductora, nuevamente mira mi cuerpo y pide: ”mientras lanzas no puedo separar mis ojos de tus nalgas y de imaginar tu ropa interior, quiero que vayas nuevamente al baño, te quites tus pantis y me los deposites en mi bolsillo”. Yo simule enfado y proteste diciendo: “No…, además me toca quitarme las botas, los leggings y todo para podértelos traer”, el sonrió y dijo “es mi deseo”.
Nuevamente en el cubículo del baño, mientras me desnudaba, impregnaba mi olfato el olor a sexo que desprendía mi vagina húmeda y caliente, no quise distraerme en “otras cosas” y acelere el proceso. Salí llevando en mis manos el pequeño paquetico que hacían mis cucos, impregnados en mis flujos.
El me observaba caminando, mirando mis manos, mis caderas y yo me lucia ante sus ojos. Al llegar no los deposite en su bolsillo como había sido solicitado, sino que mano se poso en su cara y restregándolos contra su boca y nariz, le dije: “Esto es por tu culpa”. Y mientras él llenaba sus pulmones con mi aroma una y otra vez, me dice: “Te toca lanzar… ve que quiero verte ese culo así, sin ropa interior…” Yo tome la bola y me contoneaba para él, al efectuar el lanzamiento me agache lo más que pude para que se pronunciara mi cola aún más y después de soltar la bola me quede así, agachada, para deleitarlo y deleitarme a mi misma…      
Dejámos que nuestros ojos hablaran y ellos se pusieron de acuerdo, salimos de la bolera y sin darnos cuenta como, estábamos los dos en un cuarto, besándonos y acariciándonos. Empezó a acariciarme los brazos diciéndome que tenía una piel muy suave y bonita, mientras note que su miembro se iba poniendo duro y parecía tremendamente grande. La situación me estaba poniendo a 100, él me ponía muy mojada. Así que me puse encima de él mientras le besaba apasionadamente y le pasaba mi lengua por el cuello haciendo círculos.
El deseo se hizo carne. Sus manos me apretaron contra él para sentir en mi abdomen, mi vagina y parte de mis muslos, el gran trozo de verga dura que esa tarde estaba destinado para mis más pecaminosos placeres. Sus manos no se quedaban quietas. Con ellas recorría cada centímetro de mi espalda, imprimiéndole la fuerza suficiente para que mis pezones, duros hasta el éxtasis del dolor, se clavaran en su pecho.
Ahí no terminaba todo. Mientras nuestros labios se besaban permitiendo el espacio suficiente para el encuentro y el movimiento entrelazado de nuestras lenguas, sus manos descendían a mis nalgas, paraditas y más firmes de lo acostumbrado, al no estar de puntitas para alcanzar su boca.
A veces me agarraba del culo de manera fuere para apretarme más contra él y frotarme de manera morbosa su pene que paso a paso parecía ganar más en tamaño y grosor, mientras mi cuquita se preparaba para brindarme el primer orgasmo de la tarde.
Recorrió con los labios y la lengua todo mi rostro, mientras yo hacía lo mismo en él. Luego se dedicó a mi cuello, orejas y detrás de ellas, uno de mis puntos débiles, a la vez que, de forma magistral, me desprendía de mi blusa y admiraba con morbo extremo mis excitadas tetas.
No crean que mientras él hacía todas esas maravillas mis manos se quedaban quieticas. No dejé de manosearle, incluso con las dos manos, su pene de grandes proporciones, y liberaba su potente barra que prometía placeres infinitos, comenzando por el cinturón y 2 o 3 botones del pantalón, para introducir mi mano y palpárselo por encima del bóxer.
Con mis senos desnudos no dejó de amasarlos, aplicando cierto grado de dolor que en instantes se convertían en placer sublime. No había movimientos repetitivos en él. Lamía, chupaba, succionaba mis tetas como ninguno y yo sólo podía gemir de placer.
En ese momento decidí dar el siguiente paso, introducir mi mano en su bóxer y agarrar esa boa que deseaba domesticar de una vez por todas a través del tradicional arte del sexo oral.
No lo podía soportar más. Así, bajé un poco el pantalón y el bóxer, para empezar a masturbarla esa verga encantadora, recorriéndola entera con mis manitas. Eso sí, sin olvidar nunca sus guevas perfectamente afeitadas, por lo que ya podía imaginarme de rodillas, sin embargo, el parecía ir un paso delante de mí, y casi sin darme cuenta empezaba a bajár mis leggings hasta los tobillos sin dejar de pasar sus labios y la lengua glotona por toda mi piel.
Me quito las botas y luego me ayudó con el pantalón, para sentarse por un instante en la cama y recorrerme de nuevo con sus ojos, con la mirada llena de deseo. Así, desfilé y modelé para él. Le di la espalda y me incliné con las piernas juntas para que pudiera tener una imagen única de mis muslos y mi culo, entre el cual se perdía el hilo de mi diminuto panty.
No lo resistió mucho. Él, con toda su ropa puesta pero con su vergón por fuera, se levantó y se pegó a mí por detrás, frotando su mástil en mis nalgas, su mano derecha jugaba con mis tetas, mientras que la otra hurgó dentro de mi panty para encontrarse con mi vagina inundada de verdadera lava caliente, para empezar a masturbarme mientras su boca volvía a mí cuello y orejas, haciendo que mis gemidos aumentaron en la medida que el orgasmo llegaba.
El ánimo y la arrechera siguieron vivas tras ese orgasmo. Él descendió por mi espalda besándola, lamiéndola y acariciándola hasta llegar a mis nalgas que sencillamente devoró con su boca, lengua y manos, mientras que desprendía de mí mi húmedo panty, que lo hizo descender hasta mis tobillos para luego acariciar mis piernas con sus manos, llegando una de ellas hasta mi encharcada cuevita y seguir estimulándola frenéticamente.
Luego me pidió que me agachara para así poder tenerme a su merced y empezar a lamer mi cuquita que en ese momento estaba tan sensible que el primer contacto de la punta de su lengua con mis labios vaginales me hicieron emitir un chillido de verdadero placer.
Tomo mis nalgas, las abrió y empezó a lamer mi anito. Fue una especie de placer narcótico, más cuando sus dedos empezaron a penetrar mi cuquita y la punta de la lengua intentaba abrirse paso por mí estrecho culito, a quien le encantaba ese forcejeo.
Deseaba ser penetrada, pero yo quería algo más antes. Así, aún de pie, me gire, me pegué a él besándonos para liberarlo de su camiseta y besarle y acariciarle el pecho mientras yo empezaba a descender directo hacia su vergota tiesa.
Tomé su pantalón y boxer y los bajé hasta sus tobillos, se loa ayudé a quitar como él hizo conmigo, y ya de frente, el de pie y yo de rodillas, pude ver la magnitud de pene que me iba a comer. No tengo idea de cuánto tenía de largo o grosor, pero sólo les digo que lo tomé con ambas manos y les puedo asegurar que no soy mujer de manos pequeñas.
Sin dejarlo de verlo a los ojos la tomé con mis manos y empecé a mastúrbalo mientras poco a poco me acercaba a él, hasta que sintiera mi respiración agitada en la cabeza de su pene.
Sin querer perderse detalle alguno, vio como entraba en contacto el orificio de la cabeza de su verga con la punta de mi lengua. Lo suyo eran sólo gemidos mientras veía como mi boca se apoderaba de su inquebrantable falo.
No solo se la mamaba así, le succionaba la cabeza, lo lamía entero, hacía el amague de morderlo, me lo frotaba por todo el rostro y luego se lo mamaba a gran velocidad.
Eso sí, no olvidaba sus guevotas, que pude meterme a la boca, las dos al tiempo como me gusta, se lo chupé mientras con mis manitas lo masturbaba, dejándolo perfectamente listo para la acción.
Me recosté ahora totalmente ansiosa, mis piernas abiertas a mas no poder, mientras el besaba mis labios y descendía por toda mi piel, ahora eran mis senos quienes sentían las caricias de sus lengua, sus dedos jugueteaban con el pezón y sus dientes mordisqueaban suavemente, y seguía bajando, mi ombligo sintió entrar la punta de su lengua y me estremeció, me tomo de las piernas y las separo aún más, sentí su aliento entre ellas, el me miraba, mi cuca estaba depilada dejando apenas unos pocos vellos en una línea pequeña, su boca me beso en mis labios vaginales y su lengua penetro, lanzándose a lamerme la cuca mientras yo me retorcía con cada lamida que daba, gritaba y gemía, siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii ohhhhh nene que bien me lo haces, cómeme asiiiiiiiiiii mmmmm, yo estaba a mil.
Seguía chupando, lamiendo y succionando largo rato, el tiempo parecía detenerse, solo sentía ganas de ser devorada, estaba empapado con mis jugos, mmmmm que placer mas grande,  note como me corría mmmmmmm parecía que se ahogaba con mi venida pero seguía dale que dale chupando.
Se puso entre mis piernas para tomar su vergota con una mano y empezar a frotarla con fuerza a lo largo de mis labios vaginales, dejando un espacio para que su otra mano consintiera mi clítoris.
No me podía contener. Movía mis caderas al ritmo de su estimulación y mis manos, sin pensarlo, tomaron mis tetas para empezar a manosearlas con mucho morbo, lo cual lo convirtió en un animal en celo, ensartándome su pene de un solo golpe, hasta las guevas.
Por mi grito de placer y dolor intentó retirarla un poco pero no lo dejé Lo enganché con mi piernas y lo atraje hacia mí por la cintura, para disfrutar de semejante vergon completamente dentro de mí, lo cual me produjo un nuevo orgasmo.
Poco a poco lo liberé de su prisión y empezó a empujármelo a un ritmo fantástico, con su cuerpo pegado al mío, apoyando sus manos en mis glúteos para hundírmelo entero.
Luego se levantó y me clavó mucho más rápido mientras se apoyaba en mis tetotas o colocaba mis rodillas contra mi cuerpo, para así sentir mayor profundidad en las penetraciones. En ocasiones llegué a sentir que me faltaba el aire con la forma bestial de clavarme.
Luego me puso en cuatro y se montó sobre mí. Parecíamos dos perros en celo que no se pueden despegar. Me agarraba de las nalgas y las cacheteaba sabroso. En un momento, con un dedito, empezó a estimular mi anito, lo cual hizo que viniera un nuevo orgasmo en mí.
Más adelante me acosté completamente encima de él, sin que su pene se saliera de mí, para que me pudiera manosear a placer, pero él quería tener las riendas del momento y yo lo dejé, se volvió a montar encima de mí y la clavada fue intensa mientras nuestros cuerpos expedían sudor sexual.
Quizás en el único momento de lucidez mía, sabía que él tenía que venirse por fuera, pues nunca pensamos en un preservativo. Así que empecé a decirle: “Vente en mis tetas”, y el muy obediente, junto al producirme un nuevo orgasmo, inundó mis senos con su exquisito líquido viscoso y caliente que las empaparon enteras.

Después de descansar unos momentos, fundidos en un abrazo reparador y sintiendo el calor de su cuerpo, le oigo decir, susurrándome al oído: “humm, como te has corrido. Tienes que dejar que te la meta por ese culo tan precioso que tienes, que nada más verlo me han entrado ganas de comérmelo”.
Yo ya estaba exhausta pero tampoco quería negarme, así que le dije que si me dolía parara y él me dijo que sí no muy convencido. Me puso boca arriba estando él sobre mí, mis piernas levantadas, y empezó a meterme un dedo con saliva en el culo mientras yo notaba su polla frotarse por mi clítoris lo que me hacía estar a cien otra vez, empezó a frotarme la vagina con la otra mano y a meter cada vez más dedos, a mi eso ya me dolía un poco así que no quería imaginarme lo que iba a ser sentir con esa verga dentro de mi culo.
Me dijo que ya estaba lista y que iba a pasar a la acción. Me metió primero el glande y yo empecé a gemir y gritar un poco, sentía un poco de placer pero también dolor. Entonces de repente sin avisar me la metió hasta el fondo y pegue un grito de terror horrible, sentía como si me hubieran reventado por dentro y estaba a punto de llorar, pero él hizo caso omiso y empezó a darme cada vez más fuerte mientras me estiraba de mi larga melena y me hacia gritar, empecé a sentir un placer tremendo, mientras me culeaba acariciaba mi clítoris y me metía los dedos en la cuca.  
Empezó a darme cada vez más fuerte y de repente empezó a gritar cada vez más fuerte y se corrió en mí, me sentía cansadísima pero quería acabar también, así que le pedí que siguiera un poco más, mientras yo con mis dedos me acariciaba y alcanza un nuevo orgasmo.
Esa noche en mi alcoba, mi novio me pregunta: “Que tal tu día”, y yo ocultando una sonrisa le digo: “Agotador, de verdad me encuentro totalmente cansada”, mientras mi mente no puede olvidar que al darme el beso de despedida, me decía: “cuando jugamos billar?” y yo empecé a planear las reglas de ese próximo y ojala pronto juego.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Huyyy, bastante emotivo

Anónimo dijo...

Es fácil, sólo es necesario el deseo...

Anónimo dijo...

Jugaron Billar?